La frase célebre

6 6 Dani/Uri
3 4 David/Berni

El partido periódico del Vallpark Arena se encuadraba este jueves dentro de los actos lúdico-deportivos de las Fiestas de Merche. Hasta ultísima hora no se pudo confeccionar un cuarteto de gala, puesto que McAlex declinó la invitación del Ayuntamiento alegando molestias abdominales (minutos más tarde se le veía, gintonic en mano, rondando bares de la Barceloneta, por dónde ya se le conoce).

Berni Robredo y Marat Carpin hicieron pareja con el objetivo de inaugurar su casillero particular de victorias y abandonar ambos el farolillo rojo compartido de la clasificación individual. La noche era propicia para este fin, puesto que Uris Becker volvía a los terrenos de juego después de un largo parón veraniego y estaba más pendiente de sus quehaceres por tierras incas y Danilovic, a su lado, se encontraba sin su raqueta oficial. Algún maleante o mitómano había saqueado el vestuario en la última jornada obteniendo el preciado trofeo.

El partido empezó con una frase antológica de Marat Esperpéntico Carpin, que seguro será recordada a lo largo del curso. Debido a motivos de ética periodística y moral puritana la redacción del periódico ha decidido no revelar el contenido de estas declaraciones. Los afortunados que logren reserva para la gala de temporada el 15 de octubre podrán conocer la célebre frase.

Empezó el partido frío, con muchas interrupciones, y sólo Uris Becker, boleando implacablemente desde la red, parecía saber a qué jugaba. Con un 4-1 en el marcador a su favor Danilovic se quedó atónito por momentos, giró la mirada hacia Carpin, enfocó la vista hacia su mano y vio que el ruso estaba jugando nada menos que con la raqueta que le habían birlado semanas antes. El loco Carpin jugó al despiste y catapultó todas las excusas hacia el bueno de Francesc, el inefable y atento recepcionista. El set no daba para más y terminaba con un claro 6-3.

En el segundo set Robredo y Carpin se entonaron y con empuje y un padel espectáculo lograban empatar a 4 juegos y 15-40 a su favor. Pero les falló el pulso y los nervios y el corazón y las piernas y la cabeza. A partir de allí no lograron un punto más y dejaron escapar el set y el partido.

De mutuo acuerdo decidieron las dos parejas jugar un tercer set, con el objetivo de maquillar el resultado y suavizar unas pésimas estadísticas. La nula calidad del juego desarrollado por las dos parejas, la falta de motivación y el ridículo desplegado ante el poco público que quedaba ha obligado a la Federación a anular el dichoso tercer set. A pesar de que lograron terminarlo, el resultado quedará sepultado en la vergüenza de los 4 contendientes.

Daniel Relaño

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